Ganadería intensiva,
¿Cómo afecta al calentamiento global?
La ganadería intensiva transforma los productos vegetales en carne, leche y huevos. La necesidad de proporcionar alimento a las granjas hace que la ganadería esté estrechamente relacionada con la agricultura intensiva. Ambas tienen un impacto muy importante en el cambio climático. Ha llegado el momento de cambiar la forma en que la ganadería y la agricultura afecta al calentamiento global.
La producción de carne de forma industrial está sustentada, a su vez, por una agricultura intensiva, basada en monocultivos destinados a la alimentación de los animales. Convirtiendo a la agricultura intensiva, en el sector que genera la mayor parte de las emisiones de dióxido de carbono CO2, estando a la altura de las emisiones de todo el transporte mundial.
La necesidad de adoptar medidas, tanto en la agricultura intensiva como en la ganadería industrial, son todo un desafio para la sostenibilidad mundial, una revolución agrícola y alimentaria.
La agricultura intensiva, necesita cada vez más extensiones de tierra, poniendo en peligro la biodiversidad y la supervivencia de ecosistemas. El aumento de la deforestación para albergar los monocultivos que proporcionan el alimento necesario para sostener la ganadería industrial, a su vez, disminuye las zonas de bosque y selva, reduciendo el poder de absorción de CO2 de los mismos, agravando el calentamiento global.
Pero no todo el mundo se rinde a las evidencias, atendiendo al aumento de población constante y la necesidad de alimento, un estudio de la Universidad de Stanford, afirma que la agricultura intensiva destruye menos zonas arbóreas y sus emisiones de gases de efecto invernadero, son menores que en los sistemas agrícolas menos productivos. El estudio valora como un mal menor el daño causado al medio ambiente, ante la necesidad de alimentar a una población cada vez mayor.
Posición que podría ser entendible, si la agricultura intensiva se usara para producir alimento para la población mundial y no para la ganadería, ya que se estima que el 95% de la producción de soja es para alimento de ganado bovino.

El impacto de la ganadería industrial no termina con la necesidad de una agricultura intensiva. Las granjas industriales, ya en 2006, fueron consideradas por la FAO, (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación), como uno de los mayores problemas ambientales.
Es obvio que la acumulación de grandes cantidades de animales en las granjas producen muchos residuos ricos en nitrógeno y fósforo, estos en pequeñas cantidades, pueden restaurar algunos nutrientes del suelo. El problema es que estos residuos a gran escala, si no son tratados adecuadamente, pueden filtrarse a los ríos, aumentando su acidez y afectando a la fauna y la flora autóctona.
Los desechos de las granjas además de nitrógeno y fosforo, contienen hormonas y antibioticos, pátogenos como E-coli, pesticidas y metales pesados que pueden afectar a nuestra salud.

La crisis del agua es un gran problema que ya sufren, a día de hoy, millones de personas y que se verá agravado por el calentamiento global. La ONU afirma que la industria ganadera es uno de los sectores más perjudiciales para el agua, un bien cada vez más escaso, tanto por la gran cantidad de agua que necesita la agricultura industrial y la ganadería, como por la contaminación que producen sus residuos. El Fondo Mundial para la Naturaleza WWF, asegura que en torno al 23% de toda el agua que se consume, se emplea en la ganadería y en la agricultura intensiva destinada a la producción de alimento para las granjas. Según la UNESCO son necesarios 15.000 litros de agua para producir 1 kilo de carne roja, mientras que para producir un 1 kilo de trigo serían necesarios 1.800 litros y 1.200 litros para cultivar 1 kilo de maíz.
The American Journal of Clinical Nutrition, estima que para producir un kilo de proteína animal se necesitan seis kilos de proteína vegetal.
Son muchas y complejas las actuaciones que hay que abordar, para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París de evitar un aumento de las temperaturas bastante inferior a 2 grados. Entre las medidas propuestas para la reducción de emisiones de CO2, se encuentran; la sustitución de los combustibles fósiles, por fuentes de energía como la eólica o la solar; conseguir que la agricultura y las demás actividades relacionadas sean sostenibles; y por último, como recomienda la Unión Europea: “debemos comer menos carne bovina y productos lácteos”.
En conclusión, es necesario que los hábitos de consumo, sobre todo en los países desarrollados de un giro de 180º, en la alimentación, en el consumo de ropa, y en el uso responsable del agua y de la energía, si queremos ralentizar el calentamiento global.